La mortificación (en el comer, en el hablar y criticar, en el vestir, en sonreír...) nos invita a preparar el alma para oír al Señor y disponer el alma para seguirle.
La fidelidad de los cristianos se apoya en Dios mismo. Somos hijos de Dios por el bautismo, si nos abandonamos a Él, veremos como se entrega se nos da por entero: en la Cruz!!