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En el Santo Rosario, tres nuevas letanías a la Virgen

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La Virgen Santísima es la cristiana más querida por Dios en aquel momento en que fue elegida para la santa Encarnación de su Hijo único y unigénito. La Virgen supo corresponder siempre. Hemos de aprender a querer a la Virgen, y para ello hemos de darle la llave de nuestro corazón. A la Virgen se le pidió mucho y muy fuerte, y se le dio mucho. Supo estar en todo momento con Jesús, incluso al pie de la Cruz. Para dialogar con Ella, hemos de rezar el Santo Rosario. Con el rezo de las avemarías continuas nos acercamos a su Hijo, el Amado. Realmente es un arma poderosa. San Juan Pablo II decía que el rezo del rosario “Es un coloquio confidencial con la Virgen, entre Ella y yo, y queda entre nosotros”. San Juan Pablo II, en el texto Rosari Virginis del año 2002, añadió los misterios de la Luz y dos jaculatorias, Madre de la Iglesia y Madre de la Familia. Recientemente el santo padre Francisco ha añadido tres nuevas letanías: Madre de la Misericordia, Madre de la Esperanza

Con Cristo, la carga del devenir es más ligera

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Seguir a Cristo, nuestro modelo verdadero, ni modas ni cantantes, ni falsos profetas ni políticos de pro, sólo Él es el camino. Nos dice “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Se ha encarnado para que conociéramos al Padre. Ha venido a salvarnos, se abajó para aliviarnos en nuestros cansancios y agobios, “Y yo os daré la paz”. El Evangelio también hace referencia al cansancio interior, fruto de ese pecado capital y, muy común, de la soberbia, motivo por el cual nos alejamos de Dios porque nos creemos superiores a los demás, y lo peor, superior a Dios.  “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”.

La filiación divina

Los cristianos que creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sabemos que Dios Padre es nuestro padre, se trata,  pues ,  de un Dios personal. Y de ahí nace nuestra alegría, incluso exultante, a pesar de las contrariedades. El saberse hijo o hija de Dios se manifiesta en esa alegría contagiosa de los cristianos. ¡No llores, no temas, no te lamentes, no odies! pues lo más grande es ser hijo o hija de Dios, el Dios del Universo, padre y creador de todas de las creaturas. Él te acoge siempre con los brazos abiertos.

Dios nos ama

Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo, con ello Dios restituye al orbe para que tenga vida eterna.

En poco, todo

Señor, Hijo del Altísimo, os amo con todo mi corazón, os pido perdón por mis pecados y os doy gracias.

Contra el diablo

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“Sancte Míchael Archángele, defénde nos in próelio; contra nequítiam et insídias diáboli esto praesídium. Imperet illi Deus, súpplices deprecámur, tuque, Prínceps milítiae caeléstis, Sátanam aliósque spíritus malígnos, qui ad perditiónem animárum pervagántur in mundo, divína virtúte, in inférnum detrúde. Amen”. [San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la milicia celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.]

Con paso firme, hacia Dios

En el eclipse actual de Dios, ante el cual se interponen espesas tinieblas del maligno, la oración vocal, rezada al unísono por todos los católicos será una fuerza penetrante para su destrucción. El rezo del santo rosario, rezado cada día con ese empeño, nos hará ver al Dios del Universo, y diremos: Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos; el perdón de los pecados; la resurrección de los muertos; y la vida eterna. Amén. Esta es la Profesión de Fe de los Católicos, mi fe.