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Mostrando las entradas etiquetadas como El Evangelio

Jesús es la Sabiduría de Dios

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  En el segundo domingo del Tiempo de Navidad, el texto del Evangelio (San Juan 1,1-18) es el siguiente:   "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombr

Cristo, rey del Universo y de mi corazón

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  Hoy ha celebrado la Iglesia Universal la fiesta de Cristo Rey, la gran fiesta con la que finaliza el Año Litúrgico, por ello el Domingo siguiente será el Primer Domingo de Adviento. A modo de reflexión, de examen ¿Optamos por seguir a Cristo en ese camino hasta su reino? Es probable que veamos en nuestro interior y en nuestras actitudes que no le seguimos bien pues nos cuesta entender su reinado. En el Evangelio de hoy leemos el diálogo que mantuvieron Cristo y Pilato, pues este había percibido algo especial en Cristo, su fuerza interior. Cristo le dijo que su reino no es de este mundo pues si lo fuera su guardia lo habría liberado. A pesar de ello, Pilato no cambió, no hizo nada. Nosotros muchas veces también no hacemos nada por ser mejores, por ser santos, por cumplir aquellos propósitos que habíamos pensado para alcanzar una pequeña meta en nuestra entrega a Dios, como laicos. No obstante, siempre estamos a tiempo de rectificar nuestros actos y nuestras intenciones. Recordemos

Mi alma está triste hasta la muerte

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  Jesús fue con sus discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y le dijo: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar». Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta la muerte ; quedaos aquí y velad conmigo». Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos . (extracto del Evangelio según san Mateo 26, 36-40) Antes de que prendieran a Jesús por intervención de Judas Iscariote, y después de la Última Cena ocurrió lo que hemos leído en el breve pasaje del Evangelio citado. En pocas horas se iban a suceder una serie de acontecimientos que Jesús ya sabía, y en ese presagio orando a su Padre Dios expresó, sudando sangre, Mi alma está triste hasta la muerte . Aunque lo supiera, sufría: La negación de Judas, la negación de Pedro, el ab

Ciento por uno

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  Aquí no hay un cielo en la tierra, eso casi nunca, salvo en aquellos momentos en que nos sumamos al deleite de la Eucaristía que se alarga hasta la siguiente, si ponemos de nuestra parte. Cuando me levanto por la mañana y pienso qué mal está el mundo, es mejor pensar qué puedo hacer hoy de bien.  Mi fruto, rico y sabroso, al gusto de Dios, ha de comenzar a mi alrededor, aunque sea pequeño, mi hogar, mi familia, pero puedo ampliarlo y pensar que puedo dar hasta el ciento por uno, como nos dice el Evangelio. Y retengo de la homilía: ¡Desatascar el oído para oír en el interior, en tu alma!

Con Cristo, la carga del devenir es más ligera

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Seguir a Cristo, nuestro modelo verdadero, ni modas ni cantantes, ni falsos profetas ni políticos de pro, sólo Él es el camino. Nos dice “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Se ha encarnado para que conociéramos al Padre. Ha venido a salvarnos, se abajó para aliviarnos en nuestros cansancios y agobios, “Y yo os daré la paz”. El Evangelio también hace referencia al cansancio interior, fruto de ese pecado capital y, muy común, de la soberbia, motivo por el cual nos alejamos de Dios porque nos creemos superiores a los demás, y lo peor, superior a Dios.  “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”.