Actos de desagravio para contrarrestar el mal con abundancia de bien

 Es muy recomendable la lectura continuada de los santos Evangelios para profundizar cada día más en las enseñanzas de Jesucristo y su Iglesia. La escucha y repaso del Evangelio del día de Santa Isabel de Portugal, el 4 de julio me llevó a reflexionar y a viajar mentalmente por aquellos lugares de Tierra Santa, hoy poco visitados causa de la guerra.

Recordemos a san Mateo  9, 1-8

En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a Cafarnaúm, su ciudad. En esto, trajeron a donde él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados". Al oír esto, algunos escribas pensaron: "Este hombre está blasfemando". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir '¿Se te perdonan tus pecados’, o decir ‘Levántate y anda’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, –le dijo entonces al paralítico–: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.

 Nos vamos a situar en el lugar aproximado donde Jesús subió a la barca. Hoy es territorio de Israel, y allí están los Altos del Golán, lugar desde donde se despeñó aquella piara de dos mil cerdos endemoniados, y donde hoy es frontera, en guerra, con Siria. Jesús atravesó ese Mar de Galilea de agua dulce, y atracaron la barca al otro lado, en Cafarnaúm. Allí vivía Pedro y su familia, lugar donde Jesús curó a su suegra. Había una sinagoga, por eso había escribas. Hoy se visitan unas ruinas de la posterior sinagoga romana construida en las ruinas de aquella sinagoga donde Jesús iba a predicar y a curar.

Leemos en el evangelio san Mateo uno de los cuarenta y tantos milagros que hizo Jesús en su vida pública y que se explican en los evangelios, aunque estos no fueron los únicos. Aquí Jesús manifiesta su divinidad doblemente, primero porque siendo Dios perdona públicamente los pecados de un hombre del que conoce su fe al acudir a Él. Y, por otra parte, le cura su enfermedad, la parálisis. No obstante, aquellos escribas que buscaban cómo atraparle, pensaron que Jesús estaba blasfemando porque se otorgaba poderes divinos no atribuibles a los hombres, según ellos.

Estos judíos escribas que conocían muy a fondo las Escrituras, la Torá, y sabían que estaba escrito que Dios enviaría un Mesías, no reconocieron a Jesús como tal y lo que querían era hacerle desaparecer. Ya entonces el diablo insidiaba contra el Señor.

En contrapartida, nosotros podríamos hacer más actos de desagravio ante tantas blasfemias e injurias que vemos y oímos hoy constantemente contra Dios y contra la Santa Iglesia de Cristo. Sobre todo, en estos días en los que se ha exaltado la homosexualidad y sus variantes perversas contra la dignidad humana y el matrimonio entre el hombre y la mujer para toda la vida. Con estos actos de desagravio contrarrestaremos el mal con abundancia de bien.


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