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La conversión constante

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  La fe de los labios, la fe de los demonios, se instaura en las personas que se autoproclaman cristianas sin serlo, pues la perspectiva de su camino no es Cristo sino quedar bien, cumplir unas normas, y decirse así mismos que son personas buenas, y que no hace falta nada más. Ciertamente somos vulnerables y caemos en tentaciones y debilidades humanas, esto es natural porque nacimos heridos. Por eso desde los ambones los sacerdotes en sus homilías nos invitan a convertirnos cada día, pues con nuestros decaimientos vamos de ala , es decir, quedas fuera. La conversión ha de ser de la mente y del corazón para dar luz en medio de los problemas y circunstancias que vivimos, pues la base de todo en nuestro actuar es Dios. Así que ¡a levantar la vista! para seguir el buen camino que Jesús nos explica en el Evangelio.

En el Santo Rosario, tres nuevas letanías a la Virgen

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La Virgen Santísima es la cristiana más querida por Dios en aquel momento en que fue elegida para la santa Encarnación de su Hijo único y unigénito. La Virgen supo corresponder siempre. Hemos de aprender a querer a la Virgen, y para ello hemos de darle la llave de nuestro corazón. A la Virgen se le pidió mucho y muy fuerte, y se le dio mucho. Supo estar en todo momento con Jesús, incluso al pie de la Cruz. Para dialogar con Ella, hemos de rezar el Santo Rosario. Con el rezo de las avemarías continuas nos acercamos a su Hijo, el Amado. Realmente es un arma poderosa. San Juan Pablo II decía que el rezo del rosario “Es un coloquio confidencial con la Virgen, entre Ella y yo, y queda entre nosotros”. San Juan Pablo II, en el texto Rosari Virginis del año 2002, añadió los misterios de la Luz y dos jaculatorias, Madre de la Iglesia y Madre de la Familia. Recientemente el santo padre Francisco ha añadido tres nuevas letanías: Madre de la Misericordia, Madre de la Esperanza

Con Cristo, la carga del devenir es más ligera

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Seguir a Cristo, nuestro modelo verdadero, ni modas ni cantantes, ni falsos profetas ni políticos de pro, sólo Él es el camino. Nos dice “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Se ha encarnado para que conociéramos al Padre. Ha venido a salvarnos, se abajó para aliviarnos en nuestros cansancios y agobios, “Y yo os daré la paz”. El Evangelio también hace referencia al cansancio interior, fruto de ese pecado capital y, muy común, de la soberbia, motivo por el cual nos alejamos de Dios porque nos creemos superiores a los demás, y lo peor, superior a Dios.  “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”.

La filiación divina

Los cristianos que creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sabemos que Dios Padre es nuestro padre, se trata,  pues ,  de un Dios personal. Y de ahí nace nuestra alegría, incluso exultante, a pesar de las contrariedades. El saberse hijo o hija de Dios se manifiesta en esa alegría contagiosa de los cristianos. ¡No llores, no temas, no te lamentes, no odies! pues lo más grande es ser hijo o hija de Dios, el Dios del Universo, padre y creador de todas de las creaturas. Él te acoge siempre con los brazos abiertos.

Dios nos ama

Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo, con ello Dios restituye al orbe para que tenga vida eterna.

En poco, todo

Señor, Hijo del Altísimo, os amo con todo mi corazón, os pido perdón por mis pecados y os doy gracias.

Contra el diablo

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“Sancte Míchael Archángele, defénde nos in próelio; contra nequítiam et insídias diáboli esto praesídium. Imperet illi Deus, súpplices deprecámur, tuque, Prínceps milítiae caeléstis, Sátanam aliósque spíritus malígnos, qui ad perditiónem animárum pervagántur in mundo, divína virtúte, in inférnum detrúde. Amen”. [San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la milicia celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.]