La conversión constante

 

La fe de los labios, la fe de los demonios, se instaura en las personas que se autoproclaman cristianas sin serlo, pues la perspectiva de su camino no es Cristo sino quedar bien, cumplir unas normas, y decirse así mismos que son personas buenas, y que no hace falta nada más.

Ciertamente somos vulnerables y caemos en tentaciones y debilidades humanas, esto es natural porque nacimos heridos. Por eso desde los ambones los sacerdotes en sus homilías nos invitan a convertirnos cada día, pues con nuestros decaimientos vamos de ala, es decir, quedas fuera.

La conversión ha de ser de la mente y del corazón para dar luz en medio de los problemas y circunstancias que vivimos, pues la base de todo en nuestro actuar es Dios. Así que ¡a levantar la vista! para seguir el buen camino que Jesús nos explica en el Evangelio.

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