La santa misa es la vida de Cristo
Hemos leído en estos días en el Salmo de la misa DIOS ES EL REY DEL MUNDO, texto que corresponde al salmo 46 del Libro de los Salmos atribuido al Rey David. Es decir, por encima de Dios no hay nada ni nadie, Él es el principio y el fin, el Alfa y Omega de todo lo creado.
En la santa misa se hacen muchas afirmaciones sobre Dios, no hay dudas en los textos del Evangelio, de la Biblia, hay peticiones, alabanzas, invocaciones, acción de gracias y de perdón constantes. La misa no es una conmemoración nuestra, es vida de Cristo y por muy bella que sea la celebración, saliendo por la puerta de la iglesia a la que hayamos acudido a la misa, nos ha de llevar a Cristo. Si no es así, de poco habrá servido.
Cristo
es el núcleo de nuestra esperanza, por ello podríamos hacernos las preguntas,
el examen, si existe coherencia entre nuestra propia vida y Cristo, ¿A qué me
ha llevado la Palabra de Dios? ¿Doy testimonio? ¿Doy esperanza a los demás? ¿Me
paro para hablar con los demás y hablarles de Dios?
Si
estamos un poco fríos espiritualmente o tal vez estamos exultantes de amor a
Dios, vayamos a misa con la intención de escuchar bien los textos, de hacer
bien los gestos que se nos pide compartir, santiguarse, responder al sacerdote,
inclinarse, arrodillarse, todo ello con decoro y mansedumbre, Dios está de tu
parte y muy cerca de ti. Redescubriremos la belleza de la misa.
Si,
además, queremos adquirir conocimientos sobre ello, hemos de seguir los pasos
del Evangelio y del Catecismo de la Iglesia Católica. Igualmente, son muy
importantes los textos, las cartas apostólicas y las exhortaciones apostólicas
que los Papas publican para el Pueblo de Dios, el episcopado, el clero, las
personas consagradas y para los fieles laicos, como es el caso de la Exhortación
apostólica postsinodal SACRAMENTUM CARITATIS del santo padre Benedicto
XVI, sobre LA EUCARISTÍA FUENTE Y CULMEN DE LA VIDA Y DE LA MISIÓN DE LA
IGLESIA.
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