Hacer la voluntad de Dios es un acto de amor

 La lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 5, 38-42) de hoy es impactante y solemos mirar hacia otro lado porque nos resulta muy difícil amoldarnos a este querer de nuestro Buen Jesús. Recordemos el texto:

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda".

 

De una primera lectura podemos deducir que Jesús nos quiere medio tontos, que bajemos siempre la cabeza, que no nos defendamos y que en definitiva nos dejemos desplumar por nuestro enemigo.  Hay que entrar más a fondo: el acto de amor más grande que hizo Jesucristo fue morir en la cruz por amor, siendo Dios y hombre verdadero.

 

Nosotros no podemos estar siempre peleando con el prójimo tanto con el más cercano como el más lejano, entablando guerras y conflictos. En nuestro país observamos que el sistema judicial está saturado no porque sus empleados, jueces y otros funcionarios están o han estado en huelga, sino porque a pesar de haberse multiplicado el número de juzgados en toda España los conflictos personales, familiares, comerciales, y penales han crecido exponencialmente.

 

¿Cuántas familias están reñidas por dinero, herencias, tierras y parientes exigentes? ¿No podríamos suavizar nuestras exigencias y dejar de mentir para obtener … lo que sea? ¿No podríamos rezar más a menudo por nuestros enemigos cercanos, familiares, vecinos, compañeros de trabajo, en lugar de escupir cuando pasan por nuestro lado o desearles la muerte?

 

Me sucedió el otro día que, caminando por una calle transitada, un hombre al pasar junto a mí, me dijo: No lloraré cuando te mueras. ¡Uff! pensé. El hombre estaba rabioso por algo y me lo soltó.

 


Para poner un ejemplo práctico cito a Margherita Lottia conocida como Santa Rita de Casia (Italia), murió monja agustina y con estigmas (1381-1457). Sin embargo, de joven se casó con un varón principal de la familia con la que su familia estaba enfrentada. Ocurrieron muchos sucesos contra ellos. Tuvieron dos hijos varones gemelos. Y llegó la peste. En esos tiempos de enfrentamientos asesinaron su esposo y murieron sus dos hijos de peste. El asesino, justamente, era miembro de la familia enfrentada, también se contagió de la peste. Rita que se desvivía por los enfermos de un improvisado hospital, se enteró de ese contagio. Lo asistió, lo curó y aún siendo el asesino de su esposo, rezó intensamente para que se curara. Y sanó del todo y perfectamente.

¿Por qué Rita rezó por un asesino? ¿Por qué le fue concedido que se curara y no que se curaran sus hijos? Dios es el que tiene respuestas a estos misterios.

 

De momento nuestro Buen Jesús nos pide que hagamos su voluntad, aunque nos parezca extraña o incluso violenta para nosotros mismos.

 

 Nota: fotos de la Basílica de Santa Rita de Casia (Italia). Inaugurada en 1937.

Comentarios