Jubileo 2025, Que la fuerza de la esperanza colme el presente en la espera confiada de la venida de Nuestro Señor Jesucristo

 




Para el próximo 24 de diciembre de 2024, en la víspera de la Navidad, el Santo Padre Francisco y a la vez obispo de Roma, dispuso que la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, se abriese, dando inicio así al Jubileo ordinario, sucediéndose a continuación en Roma y en todas las diócesis de la Iglesia Católica Universal multitud de eventos.

 

Antecedentes hasta llegar aquí

Para ello, previamente el Papa Francisco, el 11 de febrero de 2022, escribió una carta a Monseñor Rino Fisichella presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Por medio de esa carta, el Papa encargaba a Monseñor Fisichella la responsabilidad de encontrar las maneras apropiadas para que el Año Santo se prepare y se celebre con fe intensa, esperanza viva y caridad operante. El Dicasterio que promueve la nueva evangelización sabrá hacer de este momento de gracia una etapa significativa para la pastoral de las Iglesias particulares, tanto latinas como orientales, que en estos años están llamadas a intensificar su compromiso sinodal.  En esta perspectiva, la peregrinación hacia el Jubileo podrá fortificar y manifestar el camino común que la Iglesia está llamada a recorrer para ser cada vez más claramente signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad.  Será importante ayudar a redescubrir las exigencias de la llamada universal a la participación responsable, con la valorización de los carismas y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la edificación de la única Iglesia.  Las cuatro Constituciones del Concilio Ecuménico Vaticano II, junto con el Magisterio de estos decenios, seguirán orientando y guiando al santo pueblo de Dios, para que progrese en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio a todos.



En esa misma carta, nos recordaba que El Jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida de la Iglesia. Bonifacio VIII instituyó el primer Año Santo en 1300 con cadencia de cien años, que después pasó a ser según el modelo bíblico, de cincuenta años y ulteriormente fijado en veinticinco.

Con el mandato del Papa, el Dicasterio que promueve la nueva evangelización trazó el esquema de los contenidos que se van a desarrollar en este jubileo 2025 que, en pocas semanas, se iniciará con alegría en todo mundo. Con ese propósito, el Santo Padre dictó la Bula de Convocación del Jubileo ordinario del año 2025, con el nombre de Spes non confundit, es decir, La esperanza no defrauda, el 9 de mayo de 2024.

¿Qué nos dice el Papa en la bula de convocación sobre la Esperanza?

De entrada, nos dice que a cuantos lean esta carta la esperanza les colme el corazón.

1.La Esperanza constituye el mensaje central del jubileo. Y que el jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza. La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar sus razones. El Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la Esperanza. San Pablo refiere que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento. En medio de la oscuridad se percibe una luz y eso lleva a desarrollar una virtud estrechamente relacionada con la esperanza: la paciencia. Aprendamos, dice el Papa, a pedir con frecuencia la gracia de la paciencia que es hija de la esperanza y al mismo tiempo la sostiene.

2.Para ese camino de la esperanza nos recuerda que es bueno que esa modalidad extendida de celebraciones jubilares continúe, de manera que la fuerza del perdón de Dios sostenga y acompañe el camino de las comunidades y de las personas. La peregrinación expresa un elemento fundamental del acontecimiento del jubileo. Ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan un sentido de la vida. Las iglesias jubilares podrán ser oasis de espiritualidad para revitalizar la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación, punto de partida insustituible para un verdadero camino de conversión.

 

3. El Santo Padre dispone, entre otras cosas:

Que la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, se abra a partir del 24 de diciembre del corriente año 2024, dando inicio así al Jubileo ordinario. El domingo sucesivo, 29 de diciembre de 2024, se abrirá la Puerta Santa de la Catedral de San Juan de Letrán. A continuación, el 1 de enero de 2025, se abrirá la Puerta Santa de la Basílica papal de Santa María la Mayor. Y, por último, el domingo 5 de enero se abrirá la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pablo extramuros.

Establece además que el domingo 29 de diciembre de 2024, en todas las catedrales y concatedrales, los obispos diocesanos celebren la Eucaristía como apertura solemne del Año jubilar, según el Ritual que se preparará para la ocasión. Que la peregrinación desde una iglesia elegida para la collectio, hacia la catedral, sea el signo del camino de esperanza que, iluminado por la Palabra de Dios, una a los creyentes.

4. Además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, se ha de redescubrir en los Signos de los Tiempos. El Papa destaca como signos de los tiempos los siguientes:

Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, sumergida ahora en la tragedia de la guerra.

Que la pérdida del deseo de transmitir la vida se llene de esperanza y sea una vida llena de entusiasmo.

Que seamos tangibles de esperanza para aquellos que viven en condiciones de penuria, especialmente los presos, los privados de libertad. A su vez, da recomendaciones a los gobiernos del mundo.

Que se ofrezcan signos de esperanza a los enfermos, que puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben.

Que nos ocupémonos de los jóvenes que con frecuencia ven cómo se derrumban sus sueños y su porvenir.

Que no puedan faltar signos de esperanza hacia los migrantes, desplazados, exiliados y refugiados a quienes, debido, a los conflictivos sucesos internacionales, se ven obligados a huir.

Que la comunidad cristiana esté dispuesta siempre a defender el derecho de los débiles, como los ancianos y los millares de pobres. No hemos de olvidar que los pobres son víctimas, no culpables.

Que los abuelos y las abuelas que representan la transmisión de la fe y la sabiduría de la vida a las generaciones más jóvenes, sean sostenidos por la gratitud de los hijos y el amor de los nietos.

 

5. Los llamamientos a la Esperanza

Los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados sino a todos.

A las naciones más ricas se las invita a que reconozcan la gravedad de tantas decisiones tomadas y determinen condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas, y lo califica como una cuestión de justicia.

En el próximo jubileo se cumplirán 1700 años de la celebración del primer gran Concilio ecuménico de Nicea. El Jubileo 2025 podrá ser una oportunidad significativa para dar concreción a esa forma sinodal en la comunidad cristiana.

 


6. Anclados en la Esperanza

La esperanza, junto con la fe y la caridad, forman el tríptico de las virtudes teologales que expresan la esencia de la vida cristiana, pero ¿Cuál es el fundamento de nuestra espera?

En primer lugar, Creo en la vida eterna, así lo profesa nuestra fe y la esperanza cristiana encuentra en estas palabras una base fundamental.

En segundo lugar, Cristo murió, fue sepultado, resucitó y se apareció: ante la muerte, donde parece que todo acaba, se recibe la certeza de que, gracias a Cristo, a su gracia, que nos ha sido comunicada por el bautismo, la vida no termina, sino que se transforma para siempre.

Siguen otros aspectos del ancla de nuestra alma. El testimonio de esa esperanza nos lo ofrecen los mártires que, firmes en la fe en Cristo resucitado, renunciaron a la vida terrena y no traicionar al Señor.

¿Qué felicidad esperamos? La felicidad que esperamos es aquello que nos plenifica, es decir, el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarnos jamás, manifestado en Cristo, nuestro Señor.

El juicio de Dios, que es Amor, no podrá basarse más que en el amor, de manera especial en cómo lo hayamos ejercitado respecto de los más necesitados, en los que Cristo, el mismo juez, está presente. De esta manera, la indulgencia jubilar, en virtud de la oración, está destinada en particular a los que nos han precedido, para que obtengan plena misericordia.

El sacramento de la Penitencia nos asegura que Dios quita nuestros pecados. Pero el pecado deja huella, lleva consigo consecuencias, en cuanto que todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, tanto aquí como en el estado después de la muerte llamado purgatorio. Los efectos residuales del pecado son removidos por la indulgencia.

La esperanza encuentra en la Madre de Dios su testimonio más alto, por ello no es casual que la piedad popular siga invocando a la Santísima Virgen como Stella Maris título de la esperanza cierta, de que ella viene en nuestro auxilio, nos sostiene, nos invita a confiar y a seguir esperando.

Que este Año jubilar los santuarios sean lugares santos de acogida y espacios privilegiados para generar esperanza, esperanza que tenemos como un ancla del alma, sólida y firme.

 


Los grandes eventos que se celebrarán en Roma durante el Año Jubilar 2025 son numerosísimos y están destacados en el calendario general que ofrece el sitio web oficial del Jubileo. Este calendario puede servir para organizar en las Iglesias particulares eventos similares o bien inspirados en dichas celebraciones, según los temas que se van a desarrollar durante ese tiempo.

Para que dé muchos frutos, especialmente espirituales, el Papa nos invita a rezar con la oración propia del Jubileo 2025.

*Se adjuntan los documentos comentados.

Carta del Papa Francisco a Mns. Fisichella

Bula de Convocación del Jubileo 2025

Oración del Jubileo 2025

 Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo, reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.

Papa Franciscus



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