Un perro no es un hijo, ni su sustituto

 En diversas ocasiones, también  recientes, el Papa Francisco ha hablado de la sustitución de los hijos por mascotas, y lo hablado en un sentido regañando a los matrimonios o parejas que así se comportan. En este sentido, se pronunció cuando una mujer le pidió que bendijera a su hijo mostrándole la foto de su perro.

Ciertamente es lo que vemos por la calle y en muchas familias sin hijos, paseando no un perro sino varios. Lo peor de todo es que paseen al perro en un cochecito de bebé, y no es porque el perro padezca artrosis y no pueda caminar sino porque aquella mujer o aquella pareja lo ha convertido en ese hijo que no han tenido. Es traumático.

Y hay que repetirlo, un perro no es hijo. Un perro es un animal. Un hijo es un hombre o una mujer, nacidos de mujer, con dignidad suficiente porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, el cual le ha insuflado un alma inmortal. Los animales no tienen esa alma espiritual que el ser humano posee. Un animal es diferente a un ser humano. Otra cosa es que el perro sea fiel al dueño, le obedezca porque haya aprendido las enseñanzas de su amo. El perro avisa a su amo y cumple con lo que le dice. En una granja, en una trashumancia de ganado, en un laboratorio de drogas, a un ciego… en mil circunstancias es muy útil. Por supuesto, los pastores, los policías, las personas solas allí donde están, el perro cumple su función. Pero jamás será un hijo. Jamás lo hagamos sustituto de aquel hijo que murió, no vino, se fue o nos ningunea. ¡Claro! que hace compañía, y se convierte en uno más de la familia, pero como perro, como animal y así ha de ser tratado.


En ese sentido, con más asiduidad observamos paneles informativos sobre la forma de comportarse en una iglesia. Hay que recordar que una iglesia es un lugar de culto, un lugar sagrado. No es una cafetería donde se puede comer y beber, pasear al perro y hablar. Los bancos están para los fieles que acuden a las celebraciones y misas, no para sentarse y comerse un bocadillo. En las circunstancias actuales en las que el trasiego de turistas llena nuestros pueblos y ciudades, siempre hay gente que desconoce estas normas de conducta y se debe avisar para hacerles comprender el respeto debido a Nuestro Señor Jesucristo que está en el Sagrario, siempre con buenos modales y sonriendo.

Y si un niño está comiendo patatas fritas para que no moleste, avisar a sus padres o acompañantes que en una iglesia eso no se debe hacer, al igual que ir escotada hasta el estómago o con unos pantalones cortos tan ínfimos que ya no sabes si la joven va en bragas o se ha olvidado la falda en casa.


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