El triunfo del amor y de la esperanza
Transcurrido el tiempo cuaresmal nos introducimos en el triduo pascual y en el tiempo pascual. El camino cuaresmal culmina en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Tal como nos lo recuerda el apóstol san Juan: “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo” En pocas palabras el apóstol nos presenta con gran belleza y profundidad lo que sucederá a continuación: El Verbo encarnado se entrega libremente, por amor, a la muerte en rescate de la humanidad, para luego llenarnos de esperanza y alegría con su resurrección. Ha triunfado el amor de Dios y nos llena de esperanza para que también nosotros podamos recorrer el camino que nos conduce hasta la felicidad plena, hasta Él, Dios y hombre verdadero.
Al
revivir una vez más la agonía en el huerto de los Olivos, el prendimiento, la
injusta acusación, el proceso ante Pilato, el camino al Calvario, su muerte y
sepultura, nos sentimos impulsados a acompañarlo de cerca, a esforzarnos por
vivir más atento a sus requerimientos, es decir, a evitar el pecado y buscar
hacer el bien. La contemplación de la Pasión de Señor nos ayuda a desprendernos
de nuestras soberbias y egoísmos para poder vivir más en Él y por Él. De esta
manera, nuestra vida cobrará renovado vigor, querremos amar más, de verdad,
entregándonos al servicio de Dios, de su Iglesia y de los demás. Nos
entusiasmaremos con recorrer, por amor, el camino de la Cruz que es el camino
de Cristo y del cristiano.
Ese
camino culmina en la alegría de la Resurrección, donde todo es luz, esperanza y
amor. Es el triunfo del amor y de la esperanza. La resurrección de Cristo
ilumina y llena de vida toda nuestra existencia, todo lo que hacemos y somos.
Ante esta gran Verdad, no podemos quedar pasivos y mudos. Nos lleva a
anunciarlo continuamente y llevar este anuncio a todos los sitios. Cristo ha
vencido y nos ha obtenido la vida eterna. Por eso, el cristiano que vive de fe,
esperanza y amor nunca fracasa, siempre triunfa, su vida tiene sentido e
ilumina a los demás. Si contemplamos la actitud de la Virgen María al pie de la
Cruz y ante la resurrección de su Hijo, nos será más fácil darnos cuenta de
esta realidad.
Mn.
Xavier Argelich
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