El paso del Señor: De la persecución a la libertad

 Una de las celebraciones más bellas de todo el calendario litúrgico de la Iglesia es la Vigilia Pascual. Su profundo significado es la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, ya que sin ella vana habría sido la Cruz. Pero tanto en los textos del Antiguo Testamento que predecía que la Resurrección se iba a producir como en el Evangelio este hecho viene claramente relatado y revelado: La resurrección de Cristo efectivamente se produjo, no está aquí, ha resucitado. Por eso la Cruz de Cristo fue necesaria para nuestra redención. Por otra parte, la liturgia de la Vigilia ofrece tantos matices, momentos de gran emoción y gestos teológicos que llenan de júbilo a los celebrantes, los asistentes, así como a los ministros laicos, tanto adultos como monaguillos.


Bendición de fuego

Todo estaba listo. Al fondo del templo, detrás de las puertas cerradas de Montalegre, sobre una mesa baja estaba el cirio pascual, los clavos, los trozos de madera para el fuego y el libro Bendicional. Calado el fuego, el rector lo bendijo y con la llama se encendió el cirio y con él las velas que todos los asistentes pudieron coger al entrar en la iglesia para participar en la celebración. Seguidamente, el rector, los sacerdotes que iban a concelebrar, el maestro de ceremonias y los monaguillos procesionaron por la nave central y encendieron las velas de los fieles. Y si hasta ese momento el templo estaba oscuro, apenas estaba iluminado, al unísono las lámparas y los lampadarios se encendieron.

 


El Pregón Pascual

Exsúltet así se llama el pregón pascual. Su proclamación fue completa y fue cantada suavemente a una sola voz por un buen colaborador de Montalegre.

 

La liturgia de la Palabra

Las lecturas de esta celebración son largas en sí mismas. Se leyó el Génesis y el libro del Éxodo, acompañadas de sus salmos, cánticos y oraciones. Por primera vez desde el inicio de la Cuaresma, con excepción de algunas celebraciones concretas, se cantó el Gloria a Dios en el cielo. A continuación, la epístola de San Pablo a los Romanos, el correspondiente salmo y un texto del Evangelio según San Marcos.

La homilía

Mn. Xavier transmitió la alegría de la festividad que se estaba celebrando, entre otras cosas dijo:

Celebramos la noche más grande de todas las noches. Hemos proclamado la Resurrección del Señor en esta noche santa. Hemos sido redimidos. Ahora somos hijos de Dios. Las aleluyas que hemos cantado nos tiran arriba el corazón. La Lumen Christi está relatada en la primera lectura del Génesis, que es la recreación de la luz de Cristo ... Las santas mujeres que acompañan a Cristo en la Pasión ahora son ellas mismas las que anuncian la resurrección, hemos pues responder a esta vida nueva de redimidos. Los bautizados somos ¡luz!, La cual es mucho más fuerte que la luz del sol, ya que la luz de Cristo nunca se apagará. Vivamos en la luz del resucitado. Todo está hecho en Cristo no habrá una nueva redención. Por eso hemos de ser otro Cristo en el nuevo orden instaurado por Dios. Renovamos la Esperanza y el Amor ... El que tiene fe vive la vida, quien no la tiene sufre la vida, ¡Vivamos de fe!

 La liturgia bautismal

Seguidamente el rector procedió a la bendición del agua bautismal y a la lectura, rezando, de una larga oración. A continuación, nos invitó a la renovación de las promesas bautismales, momento muy particular para cada uno de los presentes ya que cada fiel debía contestar por sí mismo, es decir, en primera persona. A su vez, aspergió agua bendita a todos los asistentes.

 Con toda solemnidad

En otro momento, el incensario que estuvo constantemente encendido, elevando así nuestro espíritu hacia Dios, fuimos bendecidos con el incienso.

Siguió, la celebración eucarística con toda solemnidad, entonando los cantos propios de la Pascua, con gran alegría, no sólo la humana sino también la que produce saberse hijos de Dios.

 Extracto de mi artículo publicado con fotos en:

 Iglesia de Santa María de Montalegre, en Barcelona

 

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